
Intro
Nada más cruzar el puente de los gitanos giré a la izquierda. Era la primera parada de la tarde, El Placido, bar de los porrones de cerveza y calimocho. Siempre subíamos a la planta de arriba a sentarnos en las largas mesas de madera. Ese día me pare frente al televisor que había nada más entrar, no era el único que miraba atento la cadena MTV.
Una cancha de baloncesto, las animadoras con sus pompones, el abuelo de la fregona y unos melenudos aporreando los instrumentos. Por encima de todo una canción.
El sábado siguiente volví a escucharla, pero no era la segunda vez, ni la tercera. Estábamos en el Devizio, el mejor local de todos los tiempos, seguramente ese día pinchaban a Sepultura o a los Sister of Mercy, quizás Pantera o Iggy Pop. Todo el mundo saltaba, todo el mundo. Así se convirtió no sólo en un himno, la punta de lanza de un renacimiento del rock, el inicio de unos años en los que grupos denominados alternativos se subieron a las listas de superventas y se colaron en las radios comerciales.
El tema
Esta vez he elegido el tema más conocido por sus connotaciones y por la misma razón el videoclip y no un directo. Pero tranquilos no nos vamos a quedar sin ver directos de Nirvana. En la estantería de mi izquierda brillan con luz propia dos joyas de mi disquería: Nevermind - In Utero, tengo muchas canciones para elegir y grandes momentos en vivo que tengo guardados en mi memoria.
Fuerte, potente, cañera, descanso y vuelta a desvariar. Me veo a mi mismo sin camiseta, saltando sobre el suelo pegajoso de cerveza y calimocho, recibiendo golpes de otros como yo, todos los compadres coreando el estribillo formando un círculo y volviendo a estallar poseídos cuando atronan las guitarras y esa batería demoledora.
Señores y señoritas, una de las canciones de mi vida, el himno de mi generación:
Smells Like Teen Spirit