domingo, 27 de marzo de 2011

La Disquería


Ayer fui al circo, al circo Raluy. Fui con mi pequeño rockero y disfruté como nunca de los espectáculos. Uno, el de la pista circular de madera, otro, mi hijo demostrando sus emociones, riendo, gritando o abriendo la boca asombrado.

Había estado en el circo Raluy una vez hace ya bastantes años en mi reencuentro en edad adulta con los payasos, los equilibristas y los malabares imposibles. Nos olvidamos del circo, cuando nos hacemos mayores ya no nos lleva nadie hasta que un buen día veo la carpa y los carromatos vintage de este pequeño y precioso circo. Me encantó, aluciné con las actuaciones desde la primera fila, tan cerca que escuchaba los resoplidos de esfuerzo del tipo que mantenía en su frente un armario ropero. Estaba tan cerca que podía observar en los rostros de los artistas la ilusión, el entusiasmo, no sé porque me recordaban las caras de los héroes de los comic de marvel que tanto había leído. Si porque eso son, personajes de comic, o de un libro de aventuras. Por eso se visten así, esos trajes brillantes y ajustados, por eso pueden dar un salto mortal o caminar por un alambre incluso con los ojos vendados. Por eso mi nena no tenía miedo cuando salió a la arena y aquel héroe golpeaba su látigo de cuero a su alrededor.

Recuerdo que me gustó tanto que me prometí volver de vez en cuando aunque no me llevara ya nadie.

Al tiempo fui y esta vez nos acompañaba Diego. Aún era pequeño pero no se movió del asiento y sus grandes ojos brillaban de emoción. Esta vez era un gran circo, con animales y una carpa enorme. Volví a observar esas caras, los rostros del circo y su felicidad al despedirse juntos del público asistente. Además ese día el que pisó el ruedo fui yo. Me tomó de la mano el payaso, di un salto y en ese instante me convertí en artista. Creo que lo flipé. Me creí payaso pues no sé si es normal o no pero no tenía ni una pizca de nervios, estaba tan tranquilo que me olvidé del público que llenaba semejante carpa. El payaso uno flipo conmigo y hasta le hizo un gesto al payaso dos porque improvisé, jaja que gilipollas, no me sentía invitado, yo había nacido para esto, soy un payaso e hice honor a este hecho. No volví a la realidad, no salí del comic, del libro de aventuras hasta que empecé a caminar hacía mi asiento y vi la sonrisa de mi chica y los grandes ojos de Diego.

Como os decía ayer volví al Raluy y esta vez con más ganas y con los ojos más abiertos. Quería ver más allá del escenario y que mejor que este circo tan especial. Visto desde fuera los carromatos del siglo diecinueve en formación circular e iluminados por pequeñas lamparitas te hacen pensar que en ellos viajan la mujer barbuda, el hombre serpiente y el hombre más fuerte del mundo. Después te atiende en la puerta la señorita que más tarde hace el pino en una silla y dobla su espalda como superboomer. A la izquierda un carromato sirve de bar y otro esconde un órgano increíble y esa música característica del circo que tanto me gusta. Dentro, la acomodadora es la que acompaña al malabarista luego y las chicas que venden juegos de luces para los peques al rato están subidas en una rueda a 5 metros de altura…Tengo los ojos muy abiertos y toda la función vuelvo a ver las caras radiantes de los artistas. Veo una familia y en todos los sentidos. Todos se preocupan de todos, todos realizan esa pirueta imposible y todos vigilan por si va a caer y poder agarrar a tiempo. Veo al abuelo que ya no salta pero sujeta la columna de hombres, entre los que esta su hijo. La nieta sale luego montada en un triciclo. La pareja de ángeles que vuelan sobre nuestras cabezas se aman realmente y viven en viaje de novios interminable en esta caravana de fantasía. El final fue inigualable. Fue tan bonito que creo que valdría la pena acudir sólo a ver ese momento tan conmovedor. Tras la fiesta de despedida, los saludos y la alegría de todos los artistas en pista se apagaron las luces. Toda despedida tiene ese componente melancólico y a la vez esconde esa brizna de ilusión por un reencuentro. A mí ese momento me golpeo duro, quizás porque venía con los ojos muy abiertos, o por mi exagerada fantasía.

Durante la función me había llamado la atención un payaso. La pintura de su cara no ocultaba los cien años que llevaba haciendo reír, ni su caminar oxidado. Su vida había sido el circo. Cuando las luces se apagaron salió acompañado del dueño del circo y maestro de ceremonias. Juntos, iluminados por el foco frontal en la oscura pista, se abrazaron de forma que eran una persona y cada uno aportaba un brazo al pequeño acordeón. Empezaron a tocar una triste melodía y yo no dejaba de pensar en ese viejo payaso, en como su rostro actuando o no? reflejaba esa tristeza. No dejaba de pensar en que ese viejo payaso había vivido toda su vida en el circo, en que su familia estaba allí y si claro pensé en el día en el que deje de salir al escenario y en cómo será esa primera vez sin él, su ausencia cuando suene ese triste acordeón.

Tema

El tema de esta semana es fruto de la casualidad. Hace un tiempo mi cuñado el Wonder me paso un grupo, Krakovia. Me gustó de primeras pero al ver videos en directo me quedé flipando. En esa banda había una chica, una Pin- up: Vinila Von Bismark. Había perdido la pista pero hace no mucho leo en una revista que Vinila se ha único a una banda de Rockabilly en plan muy Punk; punkabilly. En seguida pensé que tenía que escuchar a Vinila and the Lucky Dados, leí que habían tomado cosas del circo, que apostaban por la vieja música las raíces del rock, por su estilo vintage y el burlesque de Vinila como los carromatos y el mismo circo Raluy.